¿REALMENTE SABEMOS LO QUE ESTAMOS HACIENDO?
El sábado 16 de noviembre de 1901 se llevó a cabo en el Hipódromo Argentino, ubicado por entonces en las actuales Avenida del Libertador y Monroe de Buenos Aires, la primera carrera de autos de la Argentina.
Participaron siete autos y fue una multitud a ver ese evento. Aquella calurosa tarde de noviembre, el antiguo Hipódromo abrió sus puertas bien temprano para recibir a la selecta y numerosa aristocracia porteña que se había dado cita en el lugar llevada por la gran curiosidad que le generaba presenciar la primera carrera de autos que tenía lugar en el país.
El hoy histórico evento fue organizado por la Sociedad de Damas de Caridad. ¿Sabrían aquellas damas lo que estaban haciendo? Seguramente no, y hoy, ciento veintiún años después, muchas veces parece que tampoco sabemos qué estamos haciendo.
Ejemplos sobran, y el del último domingo en el autódromo Ezequiel Crisol sólo es uno más. Las competencias automovilísticas requieren de un gran operativo para realizarse: Un lugar, llámese autódromo, un organizador e inscriptos para correr. Todos ellos son partes de una fina ingeniera organizativa. Pero todos sabemos que las organizaciones complejas salen mejor si las tareas se reparten entre especialistas.
Servicio médico, especialistas; Banderilleros, especialistas; Comisarios deportivos, especialistas; Oficiales de pista, especialistas; Director de la prueba, especialistas; Seguridad en pista, especialistas; Pilotos, especialistas.
A mejor paga, mejores especialistas. ¿Qué fácil no?
Pero no es tan fácil. Si no se puede alcanzar el nivel económico requerido, lo mejor es no complejizar el problema, porque es peligroso. Toda elección perjudica a una facción y negarse a eso aumenta las posibilidades de fracasar.
Aquellas categorías que cuentan con mejores recursos intentan no hacer correr a más de cuatro categorías por fin de semana ¿cómo entonces podemos pensar que con menos recursos podrían correrse más de una docena de competencias el mismo día? Pero como la manta siempre es corta, la pregunta no es el qué, sino el cómo.
Coordinar todos esos factores requiere de sapiencia y experiencia; y eso es lo que se está olvidando. El domingo es largo y generoso, pero no tanto che.
Abaratar costos, la eterna disputa entre lo que se quiere y lo que se puede. Por eso se suman categorías a un único evento, para dividir costos. Pero todo tiene un límite, ya que es imposible meter un cubo grande en una pequeña esfera.
Debemos volver a aprender. Aprender a negociar, y negociar no es conseguir lo que se quiere, sino saber ceder en lo que se debe.